Respirar es una función imprescindible para la vida, que realizamos de forma automática. El oxígeno que inhalamos pasa a la sangre y se distribuye por todo el cuerpo, por lo que las enfermedades del sistema respiratorio afectan a nuestro estado de salud general.
La respiración no podría producirse sin la ayuda del aparato respiratorio, que incluye nariz, garganta, laringe, tráquea y pulmones. Cada vez que respiramos, tomamos aire rico en oxígeno por la nariz y la boca, y los pulmones se llenan y se vacían. Y aunque el aire que respiramos esté sucio o contaminado, nuestro sistema respiratorio puede defenderse de las sustancias y organismos extraños que penetran por la nariz y la boca. Los contaminantes se exhalan de nuevo, se tosen, se tragan, salen por los intestinos o son destruidos por los jugos gástricos o devorados por los macrófagos, un tipo de célula de la sangre que recorre el cuerpo buscando gérmenes para destruirlos.
Si no respirásemos, no podríamos vivir. Es una de las funciones más importantes que el cuerpo desempeña.
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